MUSEO NACIONAL DEL PRADO_ Un viaje a la idea del arte

Durante la visita de estas exposiciones podemos viajar desde finales de la Edad Media y hasta los inicios de la Contemporánea.

Pere Borrell del Caso (Puigcerdà 1835 – Barcelona 1910). Pintor, profesor de dibujo y pintura español. Es conocido por su famoso cuadro Huyendo de la crítica, 1874, magnífico exponente de trampantojo, que se conserva en la colección del Banco de España en Madrid.
Lo que tienen en común estas obras es que no solo actúan como “ventanas” de una realidad exterior, sino también como “espejos” en los que sus autores reflejan sus rostros y personalidad, el ámbito histórico de aquellos siglos y las diferencias de sus estilos artísticos.

José Álvarez Cubero (1768-1827) “La defensa de Zaragoza” (1818-1825)




Los cuadros de una mujer del siglo XVII



Clara Peeters fue una de las  escasas mujer es que se dedicaron a la pintura en el siglo XVII, una época en la que las mujeres difícilmente podían desarrollar una actividad profesional. Peeters trabajó en Amberes y su primera obra fechada es de 1607.

El claustro de los Jerónimos.


Este claustro formaba parte del Monasterio de San Jerónimo el Real, una institución religiosa creada en 1464 pero establecida en este paraje en 1503 por Reyes Católicos.

Edificio Jerónimos





Iglesia de San Jerónimo el Real

El antiguo monasterio de san Jerónimo el Real, conocido popularmente como «Los Jerónimos», fue uno de los monasterios más importantes de Madrid. Junto a él existía el llamado Cuarto Real, luego ampliado como Palacio del Buen Retiro en tiempos de Felipe IV. Del convento subsisten actualmente la iglesia, convertida en parroquia de san Jerónimo, y un claustro. Iglesia y convento estuvieron estrechamente ligados a la vida de la Corte y la monarquía española. El templo fue escenario frecuente de funerales, juras de herederos, bodas y proclamaciones regias, siendo la última de éstas la del rey Juan Carlos I. El claustro fue trazado por fray Lorenzo de San Nicolás. Tras años de abandono durante los siglos XIX y XX, que lo habían llevado a un estado ruinoso, fue incorporado al Museo del Prado como parte de la ampliación diseñada por el arquitecto Rafael Moneo, para lo cual fue desmontado pieza a pieza y reconstruido en el mismo lugar.






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